viernes, 23 de enero de 2009

AMIGA: ¿POR QUE TE EMPEÑAS EN PERMITIR QUE TE MALTRATE?


Llegué muy temprano a la oficina, antes de la hora de entrada pues me urgía terminar el trabajo que debía entregar a mi jefe a las diez de la mañana. Entré corriendo a toda prisa pensando únicamente en encender la computadora. Casi pasé sin darme cuenta de que Claudia, mi amiga y compañera de trabajo desde hacía ya diez años, estaba en su lugar con la cara tapada por el cabello, y la cabeza recargada en el escritorio. Como aún faltaba mucho tiempo para la hora de entrada, me llamó la atención que estuviera en su lugar. Regresé con curiosidad para saludarla y saber el motivo de su estancia en esa postura:
- Hola Claudia madrugaste, buenos días amiga
No recibí respuesta a mi pregunta, ella continuó en la misma postura. Insistí en mi pregunta y después de tres intentos me contestó con voz muy tenue:
- Bien gracias amigo
Al notar su voz entrecortada puse mi mano en su hombro para intentar levantarla del escritorio, cuando bruscamente me aventó y rompió en llanto. Traté de abrazarla y le pregunté que le pasaba, solo recibí como respuesta su rechazo y un angustioso ¡déjame en paz por favor!
Me retiré discretamente a mi oficina y empecé a trabajar. Pasaron algunos minutos y Claudia entró sin decir nada, aún llorando. Buscó mi abrazo y el consuelo que muchas veces nos habíamos dado mutuamente. La abracé y permanecí con ella así algunos minutos hasta que en un momento se retiró de mí abrazó y con voz tenue me dijo:
- Perdóname no quise ser grosera contigo
La invité a sentarse y le ofrecí un café. Fue hasta entonces que noté sus lentes oscuros en plenas 7 de la mañana. Quise retirárselos de la cara pero se negó. Insistí y se resistió, hasta que ella misma, me mostró con vergüenza un tremendo moretón al lado del ojo izquierdo, inútilmente disfrazado con una plasta de maquillaje. Me levanté indignado imaginando la identidad de su agresor y con voz muy fuerte, gritando le dije:
- Te pegó ese hijo de la chingada, lo voy a matar al hijo de su chingada madre
- ¡Cállate por favor!, nos van a oír, - me suplicó lastimosa-
Me pidió que me calmara y me senté a su lado. La abracé por un momento. Le dije que no era justo que le pasara eso, que acudiera ante la autoridad, que me permitiera buscar al cabrón mal nacido que la había hecho tan infeliz los últimos dos años, desde que tuvo la mala fortuna de caer en sus garras. Traté de hacerla entender que a su amigo del alma le dolía mucho verla así, que la admiración que siempre le he tenido por su capacidad profesional y su excelente desempeño en la empresa se estaba viendo afectada por su situación personal, que no entendía como alguien tan guapa e inteligente permitía que un hijo de vecina la maltratara.
- Ya sabía que ese hijo de la chingada te daba malos tratos, pero cuando le permitiste que te empezara a golpear
No contestó nada. Me pidió que la abrazara y permanecimos así por algunos minutos. Imaginé la regañada que me daría mi jefe por no tener el trabajo a tiempo. Borré de mis pensamientos eso y entendí que primero estaba mi amiga y su tragedia personal.
Cuando ya estuvo un poco mas tranquila, le revisé la cara y me di cuenta que el golpe había sido propinado con mucha fuerza. La tomé del brazo y le pedí que me acompañara a ver al médico. con sumo nerviosismo me pidió que guardara el secreto.
Al salir del consultorio caminamos hasta el restaurante donde por muchos años pasamos horas de charlas exquisitas. Mi teléfono sonó. La regañada vía celular de parte de mi jefe duró quince minutos y antes de colgar solo atine a decir, si señor.
Después de pedir dos cafés bien cargados, rompí el silencio con esta pregunta:
- Amiga, ¿Por qué te empeñas en permitir que te maltrate?
No contestó nada. Le hablé de cómo su relación con ese hombre la había alejado de su grupo de amigos. Le reclamé que ya no visitara a sus padres como antes lo hacía. Ridiculicé la ropa de monja que ahora usaba. Añoré su estilo alegre y coqueto que tenía para vestir. Le recordé los suspiros de los compañeros y las envidias de las compañeras por su exquisita figura de antaño, precisamente de hace dos años, cuando la cambió abruptamente. Y después de algunos minutos, me respondió como responden muchas mujeres en su situación:
- Entiéndeme por favor, es que lo amo…estoy segura de que va a cambiar…

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